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Lukas Rychvalsky/pexels + Milad Fakurian/Unsplash

Fuente: Lukas Rychvalsky/pexels + Milad Fakurian/Unsplash

Durante el último medio siglo, la explicación dominante de la depresión se ha centrado en la serotonina. La idea básica: los bajos niveles de serotonina cerebral o la actividad de la serotonina provocan síntomas de depresión. Esta teoría, que se conoce como la «hipótesis de la serotonina», se basa en varios puntos de datos, incluida la investigación con animales y los efectos de los antidepresivos que se supone que funcionan al aumentar los niveles de serotonina en el cerebro. Pero, en las últimas décadas, varios investigadores han cuestionado la idea de que la serotonina juega un papel principal o incluso importante en la depresión.

En los últimos días, la hipótesis de la depresión de la serotonina ha sido cuestionada explícitamente por una serie de publicaciones científicas. Lo más notable (en el momento de escribir este artículo), un artículo publicado en Nature Molecular Psychiatry revisó varias líneas de evidencia sobre el tema de la conexión serotonina-depresión y concluyó que «las principales áreas de investigación de la serotonina no proporcionan evidencia consistente de que exista una asociación entre la serotonina y la depresión, y no hay apoyo para la hipótesis de que la depresión es causada por la disminución de la actividad o las concentraciones de serotonina”.

Puntos de datos como este estudio reciente apuntan a una pregunta importante: si la serotonina no está generando depresión, ¿qué explica el estado cerebral de los cientos de millones de personas que viven con ella? Si bien hay muchas posibles explicaciones, aquí hay cuatro sistemas principales que pueden resultar más importantes para el cerebro de las personas con depresión, y algunas formas en que podemos abordarlos.

1. Recableado cerebral (neuroplasticidad)

Uno de los resultados más enriquecedores de la investigación en neurociencia es la idea de que nuestros cerebros se reconectan constantemente. Específicamente, nuestras neuronas están cambiando activamente el número y la fuerza de sus conexiones con otras neuronas y con células cerebrales no neuronales llamadas «glía». Este es un proceso llamado «neuroplasticidad» y se piensa cada vez más que desempeña un papel en los trastornos del estado de ánimo como la depresión.

Los factores de apoyo para la conexión neuroplasticidad-depresión incluyen hallazgos de imágenes, investigación de estudios celulares y mediciones relacionadas con el proceso de recableado. La idea básica es que en la depresión, puede haber problemas con la calidad, la cantidad y el tipo de conexiones que hacen nuestras neuronas, y esto puede ayudar a explicar los síntomas de la depresión. Es importante destacar que la investigación muestra que podemos afectar positivamente la neuroplasticidad a través de factores de estilo de vida como el ejercicio, aprender cosas nuevas y, potencialmente, ciertas modificaciones en la dieta. También hay datos que muestran que los antidepresivos convencionales, así como los psicodélicos, pueden influir positivamente en la neuroplasticidad.

2. Inflamación

El planeta tuvo una llamada de atención sobre la importancia de la salud inmunológica en el contexto de la pandemia. Pero la salud inmunológica está relacionada con mucho más que el riesgo de enfermedades infecciosas. En el mundo de la neurociencia y los trastornos afectivos, se piensa que la activación inmunológica, y especialmente la inflamación, es un factor de riesgo para el desarrollo de condiciones como la depresión. Se ha demostrado que los niveles más altos de inflamación en nuestro torrente sanguíneo y, en términos más generales, se han relacionado con una peor función cerebral.

Cuando hay una inflamación excesiva o crónica en el cerebro, parece influir en una serie de vías involucradas en la depresión. Primero, puede afectar la función saludable de las neuronas al dañarlas físicamente. La inflamación también puede bloquear la neuroplasticidad saludable, al tiempo que conduce a la generación de moléculas de descomposición tóxicas como el ácido quinolínico que podría dañar aún más la salud de las neuronas y contribuir a la patología depresiva. Dentro del cerebro, la investigación muestra que las células inmunitarias únicas llamadas microglía pueden ser clave para mantener la inflamación. Entonces, ¿cómo se regula nuestro estado inflamatorio? Parece ser sensible a la calidad de nuestra dieta, sueño, ejercicio, intervenciones para reducir el estrés y, potencialmente, incluso a la exposición a la naturaleza.

3. La conexión intestino-cerebro

El intestino alberga billones de bacterias y la mayoría de nuestras células inmunitarias, lo que lo convierte en un centro importante para la transferencia de información. Una amplia gama de investigaciones ahora sugiere que el intestino y el cerebro están en comunicación constante, y se ha propuesto que este intercambio de datos puede tener un efecto en todo, desde nuestro estado cognitivo hasta nuestro estado de ánimo. Los investigadores han propuesto que el estado de nuestra salud intestinal (p. ej., la permeabilidad de nuestro revestimiento intestinal, las células inmunitarias en el intestino y la diversidad de los microbios que viven en nuestro intestino) juega un papel importante en nuestra salud mental y puede influir en la sintomatología depresiva.

Uno de los aspectos más impresionantes de nuestro intestino es la cantidad y diversidad de microbios que lo habitan. Estas bacterias forman el microbioma intestinal. Las alteraciones en las bacterias que viven en el microbioma intestinal se han relacionado con la depresión. Se cree que estas bacterias pueden influir en la función cerebral a través de sus efectos sobre el nervio vago (que se extiende desde el intestino hasta el cerebro), su impacto en el sistema inmunitario (p. ej., al afectar los niveles de inflamación) y a través de las moléculas diminutas que crean ( ej., ácidos grasos de cadena corta) que pueden llegar al cerebro a través del torrente sanguíneo.

Lecturas esenciales sobre la depresión

4. Cambios endocrinos (hormonales)

Cuando se trata de la regulación de la función cerebral, se cree que una amplia gama de vías hormonales juegan un papel importante. Esta investigación se extiende a la depresión. Y aunque ciertos cambios hormonales pueden ser difíciles de revertir, también hay mucho que podemos hacer para ayudar a mejorar aspectos de nuestras vías de señalización endocrina.

Probablemente la conexión endocrina-depresión más fuerte, se cree que la desregulación del eje hipotalámico-pituitario-suprarrenal (HPA) (también conocido como el sistema de estrés) aumenta significativamente el riesgo de depresión. Por ejemplo, las personas con un episodio de depresión mayor tienen 2,5 veces más probabilidades de haber experimentado un evento estresante antes, y se ha descubierto que un solo evento de alto estrés aumenta el riesgo de un episodio depresivo en 1,4 veces. Los problemas con el equilibrio del sistema HPA pueden contribuir a la depresión al afectar negativamente al hipocampo, aumentar la inflamación, dañar la neuroplasticidad e incluso matar neuronas. Se ha demostrado que varias estrategias tienen éxito en la regulación de la función HPA que van desde la meditación diaria hasta el ejercicio regular y el tiempo en la naturaleza.

Otro vínculo importante entre las hormonas y la depresión se relaciona con el estrógeno. Se cree que esta hormona tiene una serie de funciones protectoras del cerebro, incluida la mejora de la neuroplasticidad. Se ha propuesto que la disminución de los niveles de estrógeno y hormonas relacionadas durante y después de la menopausia puede ayudar a explicar las tasas más altas de depresión observadas por las mujeres en este período. Si bien algunas investigaciones sugieren que las terapias de reemplazo de estrógeno pueden presentar una estrategia de tratamiento interesante, todavía existe un debate considerable sobre la seguridad de esta práctica.

La insulina es una hormona metabólica clave que facilita la absorción de glucosa por las células de todo el cuerpo. En el cerebro, se cree que la insulina regula el azúcar en la sangre e influye en la memoria y el comportamiento. La resistencia a la insulina es una condición cada vez más común de disfunción metabólica, en la que nuestros cuerpos tienen problemas para detectar la insulina y usar la glucosa, y ahora se ha relacionado con un riesgo sustancialmente mayor de desarrollar depresión. Una amplia gama de técnicas puede ayudar a mejorar la resistencia a la insulina en la mayoría de las personas, especialmente aquellas relacionadas con la modificación de la dieta y el ejercicio.