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La canción suena y tu dedo del pie golpea. La multitud deportiva canta y tu cuerpo se balancea. La banda suena y tu cabeza se balancea al ritmo. “Tú” no decides tocar, balancearte o asentir. El movimiento sucede, y te das cuenta. ¿Por qué? La investigación sugiere que estos pequeños movimientos subconscientes son claves para su salud mental y física.

DanzaInvestigación

En los últimos 10 años, la investigación sobre los beneficios para la salud del baile se ha disparado. Los beneficios informados incluyen no solo resultados físicos (fortalecer la fuerza, flexibilidad, coordinación y equilibrio), sino también emocionales (que afectan el estado de ánimo, la felicidad y la resiliencia) y cognitivos (que mejoran la memoria, la orientación y la concentración). Estos beneficios abarcan la vida humana y aparecen en todas las poblaciones, desde estudiantes universitarios sanos hasta pacientes que padecen la enfermedad de Parkinson y la demencia.

A medida que aumenta la evidencia, los investigadores preguntan: «¿Cómo mejora el baile nuestro bienestar emocional, mental y físico?» ¿Qué hace que el baile sea efectivo?

Sincronización sensoriomotora

Un enfoque de esta investigación es la sincronización sensoriomotora (SMS) o arrastre: el baile ejercita la capacidad instintiva de un ser humano para igualar un ritmo.

Como descubrió Laura Cirelli del TEMPOLab de la Universidad de Toronto, los humanos no solo responden a un ritmo a los pocos meses de nacer, sino que su capacidad para hacerlo (su flexibilidad de tempo) crece con el tiempo. Un niño puede acelerar y desacelerar fácilmente a los siete años, cambiando el tempo dentro de un rango de 117 a 166 bpm.

Al aprender cualquier técnica o tradición de danza, una persona practica esta habilidad de sincronizar, entrenándola conscientemente para sentir y responder a los patrones rítmicos de una cultura dada.

Elementos de Sincronización

Pero, ¿qué implica un SMS? Por un lado, requiere estar preparado para ser movido por ondas de sonido que ocurren en patrones rítmicos. En otras palabras, el sistema auditivo humano está conectado para notar latidos espaciados y repetitivos. Esta capacidad quizás no sea sorprendente, dados los ritmos regulares de nuestros propios corazones y pulmones. Un feto nada en el pulso del latido del corazón de una madre antes de establecer las vías neuronales necesarias para sentirlo.

En segundo lugar, los humanos percibimos las secuencias rítmicas tal como las escuchamos, y nuestro ser corporal también moviliza una respuesta que se expresa en la acción física. Tocamos, nos balanceamos y asentimos. Incluso si tratamos de suprimir estas acciones externas, nuestro ritmo cardíaco, respiración e incluso nuestras ondas cerebrales se alinean con los ritmos que percibimos, independientemente de si esos ritmos provienen de un tren que pasa, el pulso de un compañero o una canción favorita.

Tercero, estas respuestas de movimiento no son simplemente reacciones a lo que escuchamos. Nuestro golpeteo, asentimiento y balanceo anticipan el siguiente latido de la secuencia para que nuestros movimientos sucedan en el siguiente latido o muy cerca de él. Golpeamos, balanceamos o asentimos al mismo tiempo. Entramos en el «surco». En otras palabras, los ritmos que percibimos los humanos nos estimulan a actuar de nuevo.

Finalmente, cada vez hay más pruebas de que, a medida que los humanos se sincronizan con un ritmo, nuestros cerebros liberan cócteles de «sustancias químicas felices»: endorfinas, serotonina, dopamina y más.9 Impulsados ​​por un ritmo para moverse con él, los humanos se sienten más conscientes, vivos y activos. más ingeniosos y más capaces de superar el miedo y tolerar el dolor. Este efecto, además, es distinto de los efectos del esfuerzo físico, aunque puede verse potenciado por ellos.

El propósito evolutivo de la sincronización

Desde el relato de Émile Durkheim sobre la “efervescencia colectiva”, los antropólogos y sociólogos han explicado el propósito evolutivo de la sincronización sensoriomotora en términos de vinculación social. Cuando los humanos se mueven juntos en el tiempo, comparten una experiencia de mayor alegría. Se perciben a sí mismos como parte de la comunidad más grande que hizo posible esta alegría. La distinción entre uno mismo y los demás se difumina.

Resiliencia Lecturas esenciales

Tales experiencias de fusión, sugieren los investigadores, prepararon a los humanos para cooperar, aprender idiomas y desarrollar la moral, las religiones y las culturas. El baile (así como la música) puede haber ayudado a cerrar la brecha entre los primates y los humanos.

Sin embargo, las explicaciones de los vínculos sociales sobre los beneficios para la salud del baile pasan por alto lo que puede ser aún más fundamental: a medida que los humanos ejercitan su capacidad de sincronización, mejoran en ello. Una sincronización sensoriomotora entrenada integra procesos subconscientes y conscientes.

Las implicaciones son dobles. Por un lado, a medida que los humanos bailan, se vuelven más sensibles y receptivos a los ritmos dentro y alrededor de ellos, incluso cuando no están bailando activamente. Una mayor sensibilidad al ritmo permanece con nosotros a medida que avanzamos en el día, mejorando el estado de ánimo y las habilidades cognitivas.

Por otro lado, a medida que se desarrolla esta conciencia, también lo hace nuestra capacidad de discernir si la sincronización con un ritmo particular mejorará o no nuestra salud y bienestar. No todos los latidos son vitales. Como saben los autócratas a lo largo de la historia, los humanos son vulnerables a ser seducidos para cometer actos atroces mediante el habla y la música, los desfiles y las exhibiciones, es decir, mediante el movimiento rítmico.

Al entrenar nuestra capacidad de sincronización, el baile nos brinda una forma de involucrarnos y disfrutar de manera beneficiosa aquello para lo que nacimos listos para hacer.

Conclusión

El baile no es una tecnología del pasado más allá de la cual los humanos hayan evolucionado. El baile sigue siendo una práctica vital para generar alegría, motivar la acción, desarrollar fuerza y ​​agilidad física y, sobre todo, cultivar la conciencia de cómo estamos siempre sintiendo y respondiendo a un ritmo.

Así que la próxima vez que sienta el impulso de tocar, balancearse o asentir, hágase un favor.

Métete en el surco.