Seleccionar página

Mysticsartdesign/Pixabay

Fuente: Mysticsartdesign/Pixabay

No estoy seguro de cuándo comenzó la parálisis: después de otro tiroteo masivo, mientras observaba a un oso polar delgado como un riel acurrucarse con su cachorro en un pequeño trozo de hielo flotante, o al presenciar la carnicería de un incendio forestal, un tsunami. , o un barco volcado, repleto de refugiados desesperados que huyen del conflicto. La rápida sucesión de noticias traumáticas, con pocas vías claras de resolución, puede resultar abrumadora y provocar una parálisis mareante similar a la apatía.

Por supuesto, esto no es realmente apatía. La apatía es un estado de indiferencia, una ausencia de sentimiento o preocupación. Enfrentarse a problemas globales urgentes, polarización enojada, violencia sin sentido y daños ambientales catastróficos puede generar demasiados sentimientos, por lo que es fácil cerrarse. Luego, al desempacar las capas de desafíos internacionales enredados, se hace evidente que no hay soluciones fáciles.

El entumecimiento no es lo mismo que la apatía. Cuando el alcance de la adversidad es inmenso y las soluciones parecen improbables, nuestra autoeficacia y sentido de agencia disminuyen.

Qué hacer cuando se enfrentan a problemas grandes e intratables

El primer paso es identificar cuál es el problema que queremos solucionar. Como dijo Einstein: “La formulación del problema suele ser más esencial que su solución”. Es más probable que resolvamos un problema si lo definimos claramente, descubrimos una manera de medir el cambio, introducimos la rendición de cuentas y determinamos una buena ruta para el impacto. Desafortunadamente, muchos problemas son multidimensionales, sin un camino directo para su resolución.

El otro día, cuando presioné el botón de mi llavero para desbloquear el auto, las puertas se abrieron, pero el pequeño pitido que suele acompañar a la acción quedó en silencio. Más tarde, mientras conducía, pulsé el claxon para hacerle una señal a un automóvil que se incorporó demasiado cerca de mí, pero el claxon no emitió ningún sonido. Obviamente, había un problema.

Cuando llegué a casa, revisé mis fusibles, pero todo parecía estar bien. Busqué en línea, pero no había soluciones lo suficientemente fáciles de implementar para mí. Así que programé una cita con un mecánico para llegar a la raíz del problema.

Este escenario es lo que se conoce como un problema complicado, el tipo de problema en el que existe un «desconocido conocido» con un camino lineal confiable a través del cual un experto puede encontrar una solución. Aunque la respuesta no es simple, como cambiar un fusible, existen reglas y árboles de decisión que llevarán a alguien con suficiente experiencia a una conclusión predecible. Los problemas complicados son problemas que, aunque a menudo son difíciles de resolver, son de naturaleza técnica, específicos de la disciplina y tienen soluciones más predecibles y directas.

Los problemas complicados se pueden distinguir de los problemas simples. Si te despiertas de una siesta en la playa con una quemadura, es bastante sencillo que has estado bajo el sol demasiado tiempo sin el bloqueador solar adecuado. Los problemas simples tienen una única solución, y es intuitiva.

También diferentes de los problemas complicados son aquellos que son complejos. Los problemas complejos no se pueden resolver solo con experiencia porque los problemas complejos son dinámicos y surgen de redes de múltiples causas que interactúan e interconectan (Leischow, et al., 2008). Además, las salidas de un sistema complejo no son necesariamente proporcionales a las entradas. En otras palabras, un pequeño cambio en una parte del sistema puede causar resultados repentinos e inesperados en otras partes del sistema. Una vez que reconocemos la diferencia entre problemas simples, complicados y complejos, se vuelve evidente que cada tipo de problema requiere un camino particular para su resolución.

Si bien gran parte del cambio positivo y la prosperidad que nuestro mundo experimenta actualmente ha sido el resultado de la experiencia de élite y el conocimiento especializado, los problemas complejos nunca serán abordados adecuadamente por una sola disciplina académica o especialista. Los problemas complejos requieren colaboraciones con socios en todas las disciplinas, sectores y geografía. Para navegar de manera sostenible en el futuro, debemos cambiar fundamentalmente a una mentalidad de sistemas transversales y conjurar nuevos caminos que nos permitan integrar conjuntos de conocimientos especializados y capacidades técnicas de diversos dominios y experiencia (Reed et al., 2022).

Conclusiones clave

No es la complejidad lo que conduce a sentimientos de apatía o entumecimiento. Está tratando de desenredar problemas complejos utilizando diseños para resolver problemas simples y complicados. Para que prosperemos en nuestro mundo complejo e hiperconectado, necesitamos encontrar nuevas formas de asociarnos, en combinaciones únicas, que fomenten la diversidad, la solidaridad y la integración de conocimientos dispares. Necesitamos construir plataformas holísticas que inspiren la acción colectiva, construyan alianzas resilientes y produzcan resultados generalizables.

Somos un pueblo viviendo en un solo planeta. Todos enfrentamos los mismos desafíos complejos y todos somos responsables de construir el futuro de nuestro mundo. Reconocer nuestra interconectividad significa aceptar que no hay “alguien más” que sea más responsable de venir a arreglar las cosas. Solo escuchándonos unos a otros podemos entender las diferentes partes de un sistema y cómo interactúan. Solo trabajando en colaboración podremos generar sabiduría colectiva y comprender mejor cómo se podría cambiar el sistema en su conjunto.