Nos sentimos decepcionados después de esfuerzos a corto plazo, como un esfuerzo de cocina de tres horas que termina siendo incomible. Y nos sentimos decepcionados con esfuerzos más serios y potencialmente a largo plazo, como no ser aceptados en el programa de posgrado que esperábamos, que alguien que realmente nos gusta rompa con nosotros después de dos meses y el final de una amistad. Cuanto mayor sea la disparidad entre los resultados y las expectativas, mayor será la decepción.
En todos los casos, aunque dolorosos, la decepción tiene el potencial de enseñarnos a tomar riesgos personales y profesionales y a manejar las consecuencias. Aquí hay cinco lecciones duraderas de decepción.
Aprendiendo lo que valoramos
Un resultado decepcionante nos persuade a dar un paso atrás y preguntar, ¿es esto algo que realmente valoro?
Si el esfuerzo original no es fundamental para nuestras metas en la vida, podemos cambiar nuestro enfoque a aquellas actividades más gratificantes. Si es fundamental para nuestras vidas, deberíamos intentarlo de nuevo, posiblemente con un enfoque diferente. De esta manera, la decepción nos enseña lo que más importa.
Fuente: Joseph Frank/Unsplash
Reconocer el error fundamental de atribución
El error de atribución fundamental nos lleva a enfatizar demasiado nuestras elecciones mientras minimizamos las fuertes influencias de la situación. Con decepción, podemos estar cometiendo este error, culpándonos a nosotros mismos por los resultados donde las circunstancias jugaron un papel importante. Es posible que una mejor actuación de nuestra parte haya cambiado el resultado, pero es más probable que la situación haya tenido una mayor influencia.
Recibir un rechazo no es una crítica de todo nuestro esfuerzo, solo el esfuerzo específico en esas circunstancias específicas.
Persistiendo hasta un punto
“Nunca te rindas” es demasiado simple. En ajedrez, un jugador derriba al rey si se pierde el juego. Un equipo no pedirá un tiempo muerto si está demasiado retrasado para ponerse al día en el tiempo restante.
Fuente: Pavel Danilyuk/Pexels
La mayoría de los ejemplos de nunca rendirse son edificantes pero atípicos. Todos los sellos discográficos importantes rechazaron a Jay-Z antes de que tuviera un gran éxito. Doce editoriales rechazaron la primera novela de Harry Potter de JK Rowling y el primer libro de Steven King, Carrie, fue rechazado más de treinta veces. Incluso los Beatles lucharon por un contrato discográfico. Estos ejemplos nos dicen que nunca nos rindamos.
Pero cuidado con el famoso ejemplo. Es más representativo y efectivo escuchar cómo nuestros compañeros tuvieron éxito. Hay muchos ejemplos convincentes en la vida cotidiana de personas que cambian sus trayectorias profesionales y avanzan con éxito en una dirección profesional diferente.
Equilibrio de aprendizaje
Podemos reconocer nuestra decepción mientras identificamos y nos sentimos agradecidos por otros eventos que resultaron bien. Esta no es una lección para sentirse bien, sino una lección para sentirse equilibrado.
Abrazando la complejidad
La decepción nos enseña que no hay reglas simples. Si creemos firmemente en nuestro esfuerzo, debemos permanecer en él. Unos pocos empujones fuertes pueden ser suficientes. Pero también puede ser ventajoso probar algo nuevo.
Mejor haber amado y perdido que no haber amado nunca. Aunque no se siente así inmediatamente después del amor perdido. Un simple consejo va en ambos sentidos sobre esto: otra respuesta proverbial al riesgo de buscar el amor romántico: más vale prevenir que lamentar.
Otros proverbios presentan puntos de vista contradictorios sobre correr riesgos que pueden conducir a la decepción. Si al principio no tienes éxito, inténtalo, inténtalo de nuevo. No golpees tu cabeza contra un muro de piedra. Nada arriesgado, nada ganado. No muerda más de lo que puede masticar.
La complejidad es difícil, pero lo simplista es francamente inútil. Aprender a aceptar la complejidad es mucho más efectivo a largo plazo.
Ultimas palabras
La mayoría de los eventos decepcionantes no son catastróficos. Después de que las cosas han ido mal, un terapeuta amigo les dice a sus clientes: “No es el fin del mundo. Es el mundo.
No quiero que se ignore esta publicación de blog, pero si lo es, aceptaré lo desagradable de la decepción y dejaré que me enseñe un enfoque más efectivo la próxima vez. Con la decepción, debemos practicar la autoeducación, no la autoculpabilidad.
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