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Los problemas de salud mental a menudo se originan antes de los 25 años. En consecuencia, la adolescencia y la adultez temprana ofrecen la oportunidad de identificar factores de riesgo modificables y considerar el valor de posibles intervenciones. Posiblemente, el factor de riesgo más común para los problemas de salud mental en el futuro es la soledad, los sentimientos de no pertenecer o sentirse desconectado de los demás. Es importante reconocer que no es lo mismo sentir soledad que estar socialmente aislado. Las personas a menudo se sienten solas incluso cuando están rodeadas de otras personas.

Los jóvenes corren un alto riesgo de experimentar la soledad. Hay muchos factores potenciales que contribuyen a los riesgos para este grupo de edad, como el uso excesivo de tecnología y redes sociales, baja autoestima y cambios de vida turbulentos. A menudo, los niveles moderados de ejercicio pueden disminuir los sentimientos de soledad. Desafortunadamente, los sentimientos de soledad reducen la probabilidad de estar físicamente activo.

Un estudio reciente investigó la asociación bidireccional entre la actividad física y la soledad en la vida cotidiana de los jóvenes. Anticiparon que la actividad física podría reducir el nivel de soledad o que los sentimientos de soledad reducirían la voluntad de participar en la actividad física. El estudio también determinó el posible efecto de confusión de la evaluación externa y si el sujeto disfrutaba del ejercicio o se sentía competente para realizar la actividad física, especialmente en presencia de otros. Finalmente, los autores consideraron la cantidad de esfuerzo percibido por los sujetos en relación con su efecto sobre los sentimientos de soledad.

La población de sujetos incluyó alrededor de 800 participantes (58% mujeres) y para tener en cuenta el período de edad con el mayor riesgo de experimentar soledad, la población de estudio se limitó a participantes de 15 a 25 años. El esfuerzo físico fue evaluado por cada participante mediante una escala de 7 puntos: 1 correspondía a descansar, 2 a sentarse, 3 a caminar, 4 a tareas del hogar como pasar la aspiradora, 5 a andar en bicicleta, 6 a jugar tenis y 7 a correr. La soledad subjetiva (aislamiento social percibido) se autoevaluó en una escala de 7 puntos: 1 era «nada», 4 «moderada» y 7 «mucha». Los participantes también calificaron las afirmaciones “Prefiero hacer otra cosa”, “Esta actividad requiere esfuerzo” y “Soy hábil para hacer esta actividad” en una escala de 7 puntos.

Los resultados indican que la experiencia de actividad física tuvo el efecto más significativo sobre los sentimientos de soledad. En cambio, el nivel de actividad física no se asoció significativamente con el nivel de soledad reportado por cada sujeto. La correlación inversa significativa entre la soledad y el nivel de actividad física difería de los resultados de estudios anteriores. Esta discrepancia con la literatura anterior probablemente se deba a que los estudios transversales más antiguos se centraron en las diferencias entre sujetos, que a menudo se basan en medidas de autoinforme dispersas durante un período de muchos días o semanas, lo que lleva a un alto sesgo de recuerdo.

En general, el estudio actual concluyó que para que la actividad física tenga un efecto positivo sobre los sentimientos de soledad, debe ir acompañada de sentimientos de disfrute, competencia y esfuerzo limitado. Ser físicamente activo puede no ser suficiente. Los jóvenes quieren disfrutar del ejercicio, sentir que son competentes frente a los demás y que el ejercicio es fácil de realizar con un esfuerzo limitado.