La psicología narrativa surgió por varias razones. Una es que, en nuestra esencia, somos la especie que cuenta historias. Pensamos en forma de historia, hablamos en forma de historia y le damos significado a nuestras vidas a través de la historia. Otra es que necesitamos una manera de entender esta “naturaleza histórica de la conducta humana”, como lo expresó Theodore Sarbin.
La narrativa puede ser sinónimo de historia, ya que ambos son un proceso natural que usamos para dar sentido al mundo y nuestras experiencias en él. La narrativa también se refiere específicamente a la forma, estructura o patrón que se cuenta una historia en curso.
El patrón de la historia
Un patrón omnipresente es evidente desde una edad temprana en las primeras historias que escuchamos. Los cuentos de hadas, los mitos, las leyendas y las historias sagradas de todas las culturas tienen un patrón incorporado de principio, medio y final.
Pero hay un nivel más profundo en ese patrón. Oculta dentro de la estructura de la historia hay una fórmula para la transformación. Todas las buenas historias siguen el patrón de comienzo, confusión y resolución. Este patrón es para aclarar y enfatizar mejor el significado de la historia, así como para facilitar un proceso de transformación que nos mantiene en movimiento a lo largo de una trayectoria destinada a guiarnos de la separación a la unión o totalidad. Los embrollos o desafíos que enfrentamos representan el núcleo del patrón que lleva el proceso de transformación a su finalización o resolución.
De narrativas unificadoras a narrativas divisorias y viceversa
Fuente: Por Robert Atkinson
La breve historia del mundo de un narrador revela no solo esta fórmula para la transformación, sino también dónde nos encontramos ahora en la evolución de las narrativas.
Hubo un tiempo en que la gente se reunía para compartir historias que encarnaban los valores y principios por los que vivían. Estas historias mantuvieron unida a la comunidad y les dieron un propósito compartido. Eran narrativas unitivas, esenciales para su bienestar individual y colectivo.
Luego llegó un momento en que las comunidades se expandieron, se dispersaron, se volvieron más diversas y experimentaron conflictos y desorden. De esta discordia surgieron narrativas divisivas que mantuvieron la separación.
Hoy, a medida que nos acercamos a una conciencia de integración global, se necesita una nueva historia de nuestra totalidad para enmarcar esta interconexión. Es hora de volver a unirnos a través de narrativas unificadoras, para compartir nuestras propias historias de vivir en plenitud.
Esta historia concisa del mundo, de cómo evolucionaron las historias a lo largo de los milenios, ilustra que nada puede ser más vital en este momento que una visión sanadora que nos guíe hacia la plenitud.
Podemos observar en este proceso multimilenario de la evolución de las narrativas que la fórmula misma de las buenas narrativas se truncó en el comienzo seguida por la confusión. Esa versión incompleta de historias significativas dejó las cosas separadas y sin resolver.
También podemos observar que la humanidad partió de narrativas unitivas, aquellas que resultaron en la resolución de un embrollo y al mismo tiempo completaron el pretendido proceso de transformación.
El lenguaje de la unidad
Cuando se introdujeron las narrativas divisivas, la humanidad se separó y así ha permanecido. Es fundamental recordar que el lenguaje que usamos puede ser un catalizador para la evolución de nuestra conciencia, al igual que las narrativas que usamos para definirnos pueden ser unificadores. Elegir conscientemente un lenguaje que viene y habla del corazón conlleva un poder para sanar las heridas de los siglos.
Estamos entrando en la era de la unificación en la que una visión de la realidad como una se convertirá en un lugar común. Solo las narrativas que nos guían hacia la totalidad sirven a este impulso evolutivo.
Narrativas unificadoras, aquellas que completan orgánicamente el proceso de transformación al ayudarnos a unir los opuestos que nos rodean, abordar las necesidades de nuestro tiempo. La unidad es la característica principal de la totalidad de todas las cosas. Las narrativas unificadoras son esenciales ahora para volver a unir a la familia humana, una historia a la vez.
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