Como escribí en mi último artículo, “Transmedia Storytelling: The Reemergence of Fundamentals”, la narración transmedia es muy emocionante, pero no es nada nuevo. Es la combinación definitiva de viejas tradiciones y nuevos modelos de comunicación. Se han difundido historias y mensajes en diversos medios desde que el hombre de Cromañón se dio cuenta de que se podían aplicar pigmentos minerales como el óxido de hierro y el manganeso negro a las paredes de rocas y cuevas. Ya sea contando sobre la vida, comunicándose con los demás o creando una imagen inspiradora, se contaron historias. Las tecnologías de los medios han recorrido un largo camino desde la pintura rupestre y tienen tantas capacidades nuevas que orquestar una historia en múltiples plataformas de medios puede ser un esfuerzo creativo complejo. Este es un cambio de aplicación lo suficientemente significativo como para que en abril de 2010, el Producers Guild of America agregó una designación de productor transmedia para que los productores que expanden una historia en tres o más plataformas puedan obtener un crédito.
Incluso con las capacidades cada vez más sofisticadas e impresionantes de la tecnología, las herramientas se están volviendo más accesibles y fáciles de usar. Tanto es así que las líneas se están difuminando no solo entre tecnologías, sino también entre las personas que crean, usan, producen, aumentan, distribuyen, piratean, mezclan y cualquier otro «-ing» imaginable.
Sin embargo, a pesar de toda la emoción, el cerebro humano ha seguido una trayectoria evolutiva más lenta que la tecnología. Nuestro cerebro siempre responde al contenido buscando la historia para darle sentido a la experiencia. Independientemente de la tecnología, el significado comienza en el cerebro. El productor transmedia puede obtener la línea de crédito, pero el éxito del esfuerzo transmedia depende de la resonancia, autenticidad y riqueza creada por el narrador.
Las historias son auténticas experiencias humanas. Las historias van más allá de la tecnología y nos llevan al corazón de la experiencia, como sabe cualquier buen narrador (transmedia o no). Hay varias razones psicológicas por las que las historias son tan poderosas.
- Las historias siempre han sido una forma primaria de comunicación. Son vínculos atemporales con antiguas tradiciones, leyendas, arquetipos, mitos y símbolos. Nos conectan con un yo más amplio y con verdades universales.
- Las historias tratan de colaboración y conexión. Trascienden generaciones, nos involucran a través de las emociones y nos conectan con los demás. A través de historias, compartimos pasiones, dolores, pruebas y alegrías. Compartimos el significado y el propósito. Las historias son el terreno común que permite a las personas comunicarse, superar nuestras defensas y nuestras diferencias. Las historias nos ayudan a comprendernos mejor a nosotros mismos y a encontrar lo que tenemos en común con los demás.
- Las historias son nuestra forma de pensar. Son la forma en que le damos sentido a la vida. Llámelos diagramas, guiones, mapas cognitivos, modelos mentales, metáforas o historias. Las historias son cómo explicamos cómo funcionan las cosas, cómo tomamos decisiones, cómo justificamos nuestras decisiones, cómo persuadimos a los demás, cómo entendemos nuestro lugar en el mundo, creamos nuestras identidades y definimos y enseñamos valores sociales.
- Las historias traen orden. Los humanos buscan certeza y la estructura narrativa es familiar, predecible y conmovedora. En el contexto del arco de la historia, podemos soportar emociones intensas ya que sabemos que la resolución sigue al conflicto. Podemos experimentar con una red de seguridad.
- Las historias son cómo estamos conectados. Las tiendas tienen lugar en la imaginación. Para el cerebro humano, las experiencias imaginadas se tratan de la misma manera que las experiencias reales. Las historias crean emociones reales, presencia (la sensación de estar en algún lugar) y respuestas de comportamiento.
- Las historias son la forma de involucrar a nuestro cerebro derecho y activar nuestra imaginación. Al involucrar nuestra imaginación, nos convertimos en participantes de la historia. Podemos quitarnos los zapatos, ver de manera diferente y aumentar nuestra empatía por los demás. A través de la imaginación, aprovechamos la creatividad, que es la base de la innovación, el autodescubrimiento y el cambio.
Las tecnologías de las redes sociales han creado una demanda de principios fundamentales: autenticidad, participación y compromiso. Los efectos especiales del Super Bowl y los comerciales divertidos son buenos, pero son caros si no tocan el núcleo de la experiencia. No me importa cómo lo calcule, no le dará un muy buen retorno de su inversión. Cuando las organizaciones, causas, marcas o individuos identifican y desarrollan una historia fundamental, crean y muestran un significado y propósito genuinos en los que otros pueden creer, participar y compartir. Es la base del cambio cultural y social. Es una habilidad que vale la pena aprender.
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