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Las investigaciones sugieren que la gran mayoría de las personas (97 %, según una estimación) tienen un secreto. La mayoría de ellos tienen más de uno (13, en promedio).
¿Qué guarda la gente en secreto? La lista es larga:
Creencias o actividades controvertidas, comportamientos inusuales, experiencias muy personales, identidad de género, orientación/comportamiento sexual, embarazo, aborto, enamoramientos románticos, violaciones de confianza, planes para sorprender a alguien (p. ej., propuesta de matrimonio), infidelidad o pensamientos sobre el engaño, ser infeliz en una relación, problemas de salud mental y trauma, abuso o adicción a las drogas, problemas de imagen corporal, comportamientos inadecuados en el trabajo/escuela, dificultades financieras, mal desempeño en la escuela, infelicidad en el trabajo y más.
Naturalmente, compartir algunos de estos secretos tiene más consecuencias que compartir otros. Por ejemplo, revelar las preferencias alimenticias únicas, la ambición laboral o los pasatiempos personales de un compañero de trabajo probablemente tendrá consecuencias menos graves que revelar su historial de autolesiones o tendencia a robar en tiendas.
Entonces, ¿a quién le confía la gente sus secretos más profundos? ¿Y cómo afecta compartir secretos con otros tanto al confidente como a la salud mental del confidente?
Para obtener respuestas a estas preguntas y aprender más sobre la psicología de guardar y revelar secretos, esta publicación resumirá el artículo reciente de Nguyen y Slepian de la Universidad de Columbia.
Revelar secretos a los demás.
Primero, aclaremos qué significa confiar un secreto. Significa compartir con alguien una información retenida de una o más personas.
Por lo tanto, confiar un secreto difiere de otros conceptos como:
- Autorrevelación general, como compartir detalles personales íntimos (p. ej., recuerdos del primer beso).
- Compartir emociones fuertes, como desahogarse.
- Confesión, que consiste en revelar información sobre un delito a la misma persona a quien se le ocultó deliberadamente la información.
¿Cómo deciden las personas si deben compartir un secreto? Sopesando riesgos y beneficios.
Los beneficios incluyen orientación, apoyo social y ayuda instrumental.
Los riesgos incluyen que la información se haga pública, que se revele la identidad del orador y que sea juzgado, culpado, avergonzado o rechazado. Es probable que estas respuestas negativas representen un mayor riesgo para las personas con baja autoestima y propensas a la vergüenza y para aquellas cuyos secretos involucran un comportamiento inmoral o impropio.
¿En quién confiamos?
Por lo general, abrimos nuestro corazón a las personas que saben escuchar, muestran interés (por ejemplo, al hacer preguntas de seguimiento relevantes) y ofrecen ayuda de buena gana. A personas atentas, receptivas, cálidas y compasivas.
Cuando un confidente demuestra compasión y sensibilidad, brinda ayuda tangible u ofrece apoyo social, el confidente se siente mejor por haber compartido el secreto, lo enfrenta de manera más efectiva y experimenta una mejor salud mental y bienestar.
Tenga en cuenta que existe un vínculo bidireccional entre revelar secretos y la cercanía de la relación: revelar secretos a aquellos con quienes nos sentimos cercanos genera confianza y profundiza nuestra relación, lo que hace que sea más fácil compartir otros secretos.
¿En quién no confiamos?
Rara vez compartimos secretos con personas educadas. ¿Por qué? Tal vez porque los oyentes educados parecen preocuparse más por las reglas y normas sociales que por la angustia y el sufrimiento de los demás.
Tampoco confiamos en personas entusiastas o burbujeantes, posiblemente debido a la suposición de que tienen menos experiencia con la angustia y el sufrimiento o están menos dispuestos a ayudar a alguien en asuntos serios.
Tampoco compartimos información confidencial con personas que pueden pero no quieren guardar un secreto. ¿Por qué una persona no querría guardar un secreto? Porque puede ser una carga emocional y psicológica (p. ej., limitar la libertad de expresión), particularmente para aquellos que están muy cerca del confidente y tienen una red social superpuesta.
Estos costos se comparan con los beneficios de ser un confidente: la confianza y la honestidad que caracterizan compartir un secreto pueden hacer que el confidente se sienta más importante, valorado y empoderado.
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Revelar los secretos de los demás.
Confiar secretos es arriesgado. De hecho, una cuarta parte de los secretos compartidos, según una estimación, no se guardan.
¿Cuándo es más probable que los confidentes revelen los secretos de uno?
Cuando hay poca satisfacción en la relación entre las dos partes o el secreto se percibe como inmoral y genera sentimientos de disgusto, ira e indignación en el guardián del secreto.
Relaciones Lecturas esenciales
De hecho, revelar un secreto inmoral es una forma de castigar al malhechor, advirtiendo a otros sobre él o ella y causando daño a la reputación.
En resumen, un confidente puede guardar el secreto por lealtad al confidente, o revelar la información a otra persona por honestidad y cercanía con este tercero.
Guardar un secreto o compartir un secreto
En resumen, en comparación con guardar secretos para uno mismo, abrir el corazón a los demás se asocia con una mayor salud y bienestar porque confiar secretos tiende a provocar apoyo social e instrumental.
Es más probable que reciba apoyo si confía en las personas…
- Quienes no juzgan y es menos probable que se disgusten o se indignen si su secreto se refiere a malas acciones.
- Con quien tiene una relación altamente satisfactoria (alta lealtad y confianza).
¿Cómo aumentar la probabilidad de que las personas compartan sus secretos contigo? Al ser más…
- Vigilante.
- Positivo.
- Receptivo.
- Cálido.
- Sin juzgar.
- Compasivo.
- Dispuesto a ofrecer ayuda y apoyo.
Fomentar estas y otras fortalezas del carácter (p. ej., ser indulgente, valiente, amable, agradecido, amoroso, auténtico) tiene el beneficio adicional de aumentar su felicidad y mejorar su salud mental.
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