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Las decisiones individuales se entienden mejor como las interacciones entre la razón y la emoción. Cuando estamos tranquilos, el pensamiento racional lento guía nuestras decisiones. Sin embargo, las emociones fuertes ejercen presión sobre el pensamiento claro.

Por ejemplo, antes de un encuentro desagradable, puede decidir mantener la calma. Sin embargo, cuando te enojas, te desbordas sin detenerte a considerar las consecuencias.

Nuestras reacciones emocionales a nuestras decisiones diarias pueden ser útiles para dirigir nuestra atención a lo que más importa. Pero los sentimientos fuertes pueden llevarnos a tomar decisiones imprudentes.

Aquí hay nueve formas en que sus emociones pueden influir en sus juicios.

  • Una mentalidad estrecha. Los sentimientos fuertes (por ejemplo, ira, miedo o envidia) crean una especie de «visión de túnel». Por ejemplo, la ira reduce la atención de modo que los sentimientos, pensamientos e impulsos actuales reciben un peso adicional, mientras que las metas, ambiciones o planes futuros parecen menos importantes.
  • Saltar a conclusiones. Una persona preocupada está motivada para reducir la incertidumbre y eliminar la incomodidad. La decisión está guiada por una búsqueda selectiva de información, una consideración limitada de alternativas y una evaluación rápida de los datos (por ejemplo, el caso de la teoría de la conspiración).
  • Sesgo de atención. Como observó William James, «lo que llama la atención determina la acción». Los individuos tienden a procesar la información de manera consistente con su visión del mundo y de sí mismos. Por ejemplo, una persona con baja autoestima es muy sensible a ser ignorada por los demás y constantemente está atento a las señales de que a la gente no le agrada.
  • La memoria se adapta al estado de ánimo. Nuestro estado emocional actual nos ayuda a recordar experiencias que tuvieron un tono emocional similar. Cuando estamos de buen humor tendemos a recordar eventos agradables y viceversa. Esto se debe a que los estados de ánimo evocan diferentes asociaciones. Porque la música amplia y triste es un poderoso detonante de recuerdos nostálgicos de una época pasada.
  • Contagio emocional. Tendemos a «captar» las emociones (tristes o felices) de los demás cuando percibimos sus expresiones emocionales. Y este proceso nos ayuda a comprender los sentimientos de los demás. Por ejemplo, cuando tiene una conversación informal con una persona ansiosa, tiende a alejarse de la reunión sintiéndose algo ansioso.
  • Atmósferas de fondo. Las emociones desencadenadas por un evento no relacionado con una nueva situación pueden influir en nuestro pensamiento y nuestras decisiones. Por ejemplo, en los días más soleados, tendemos a dar más propinas en los restaurantes y expresamos niveles más altos de felicidad general.
  • Deseo de sentirse culpable. Cuando nos sentimos heridos y enojados, queremos que se culpe (o se haga responsable) de nuestro dolor a alguien. Nos sentimos superiores al culpar a los demás. A nuestro ego le agrada creer que cada mal acontecimiento es culpa de alguien.
  • Percepción del tiempo. Las estimaciones de tiempo pueden estar sesgadas por nuestras emociones. Cuando esperamos que suceda algo, el tiempo pasa más lentamente. El tiempo vuela cuando te estas divirtiendo.
  • Sesgo de proyección. Las emociones típicas son esencialmente transitorias. Lo que sucede a menudo desciende. Sin embargo, la gente tiende a juzgar mal la corta duración de la respuesta emocional. Por ejemplo, las personas con el corazón roto no pueden anticipar el deterioro de sus emociones. Una de las razones del alto riesgo de suicidio en los adolescentes es que cuando experimentan dolor, no tienen la experiencia de la vida para saber que es temporal.
  • ¿Cuál es la lección para llevar? Ciertas situaciones vulnerables tienden a desencadenar elecciones impulsivas. A medida que nos volvemos más conscientes de nuestras emociones, nos sentimos libres en lugar de víctimas.