Fuente: Andrés Ayrton/Pexels
Las decisiones son parte de cada momento de cada día. Nuestras vidas están moldeadas principalmente por su calidad. Sin embargo, a pesar de la enorme importancia de nuestras elecciones y el estrés que experimentamos a su alrededor, dedicamos muy poco tiempo a comprender cómo tomamos decisiones y, lo que es más importante, cómo tomar mejores decisiones. Afortunadamente, la investigación en psicología y neurociencia ha arrojado luz sobre herramientas poderosas que todos podemos usar para este fin. Aquí hay tres de las principales conclusiones.
1. Su toma de decisiones está influenciada por su entorno y biología.
Y puedes aprovechar esto para mejor. Al final del día, nuestras decisiones son un reflejo de nuestro cableado y función cerebral. La investigación ha demostrado que ciertas partes del cerebro están especialmente involucradas en la toma de decisiones, y cuando están dañadas o comprometidas, la calidad de nuestra toma de decisiones se ve afectada. Es notable que en las personas con disfunción o daño cerebral, las malas decisiones son un hallazgo común. Esta es la razón principal para tomar medidas para prevenir enfermedades como el Alzheimer que pueden llevar a las personas a tomar decisiones menos saludables.
Sin embargo, dando un paso atrás, es fundamental comprender que nuestras decisiones de momento a momento están sesgadas por lo que sucede en el mundo que nos rodea y la biología de nuestros cerebros. Por ejemplo, experimentar altos niveles de estrés parece aumentar nuestra preferencia por elecciones más impulsivas, y los déficits de sueño (así como el estrés) aumentan nuestra dependencia de elecciones habituales e inconscientes en lugar de decisiones bien pensadas.
Estos tipos de comprensión ayudan a impulsar algunas estrategias clave para mejorar la toma de decisiones diaria, que incluyen: priorizar el sueño (las personas que no duermen bien tienden a tomar decisiones menos saludables), hacer una dosis diaria de movimiento (las personas pueden tomar decisiones más saludables después de un ronda de ejercicio) y participar en técnicas diarias de mitigación del estrés (como meditación o ejercicios de respiración). También hay datos interesantes que sugieren que incluso una breve exposición a la naturaleza puede disminuir las elecciones impulsivas.
2. Más del 40 por ciento de nuestras acciones pueden ser inconscientes.
Y podemos programar estas elecciones para nuestro mejoramiento. Uno de los puntos de datos más importantes cuando se trata de la toma de decisiones es que más del 40 por ciento de nuestras acciones diarias pueden ser comportamientos automáticos e inconscientes llamados hábitos. Los hábitos se programan cuando hacemos los mismos comportamientos una y otra vez. Son comportamientos que pueden ocurrir casi en piloto automático (como cepillarse los dientes, conducir a casa desde el trabajo o tomar el teléfono para abrir Instagram cuando está en el baño). Si alguien le preguntara qué estaba haciendo, lo sabría, pero no tendría mucho (o ningún) recuerdo de por qué lo estaba haciendo o de haber tomado la decisión de realizar el comportamiento.
En la actualidad, permitir que nuestros comportamientos habituales sean programados por nuestros entornos es un movimiento arriesgado. Esto se debe a que los hábitos se crean cuando hacemos algo fácil y gratificante, y la mayoría de las actividades que alcanzan esos objetivos no son saludables (p. ej., comer comida rápida de camino a casa desde el trabajo, mirar televisión durante horas después de la cena, buscar en las redes sociales en la cama después de despierta).
La buena noticia es que podemos sustituir la ropa poco saludable por otra más saludable. Esto requiere que sigamos pasos específicos que le enseñen a nuestro cerebro cómo programar hábitos más saludables. Para empezar, intente identificar algunos hábitos poco saludables en su vida y vea si puede reconocer alguna señal específica que lo lleve a participar en esos comportamientos.
3. Tus vulnerabilidades psicológicas están siendo pirateadas.
Nuestros cerebros y elecciones están siendo influenciados todos los días desde un millón de direcciones diferentes. Sin embargo, algunas de las influencias más poderosas en nuestras elecciones provienen de personas que utilizan algunos trucos psicológicos. Cuando los pasamos por alto, a menudo es nuestra toma de decisiones la que sufre y, en consecuencia, nuestra salud física y financiera.
Debido a que nuestros cerebros tienen que procesar una cantidad absolutamente masiva de información cada día, dependen de atajos psicológicos. Por ejemplo, muchos de nosotros confiamos en la «sabiduría de la multitud» al seguir los comportamientos de los demás. Esto podría funcionar bien si las personas a las que seguimos estuvieran tomando decisiones que tuvieran sentido para nosotros. Pero con demasiada frecuencia ahora, somos víctimas de los vendedores que aprovechan esto en nuestra contra. Tomemos, por ejemplo, algunas críticas de cinco estrellas bien ubicadas o un conocido experto en salud que aboga por alguna comida chatarra que de otro modo nunca hubiera considerado.
Otro ejemplo de esto es el sesgo de escasez, que describe nuestro mayor deseo de tener algo si es raro o difícil de encontrar. Esto explica nuestras compras impulsivas durante «¡Solo hoy!» ventas, relojes de cuenta regresiva en las páginas de pago del sitio web o estrategias de marketing que crean límites artificiales para la cantidad de un artículo que podemos comprar. Hay una cantidad interminable de estos atajos psicológicos, pero conocer solo algunos de ellos puede ser muy útil para permitirle ver cuándo se están realizando jugadas similares para su cerebro.
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